PRÓLOGO SIN ARENA BITUMINOSA
En este momento en que esta revista está en sus manos, el primer decenio del nuevo siglo ya ha acabado. Lejos estamos del primer espanto del milenio: se auguraba que el 1 de enero de 2000 las centrales nucleares acabarían estallando, los aviones debían caerse del cielo y debía ocurrir una serie de calamidades sin remedio. Afortunadamente no pasó nada, y ahora nos queda esperar el año 2012, año en que quedaremos profundamente decepcionados de las predicciones mayas.
Entretanto la literatura se ha ido adecuando relativamente bien a las nuevas tecnologías y a los siempre escasos lectores. De la tableta cuneiforme al papiro, de la imprenta de Gutenberg a la pantalla del e-kindle, la literatura es también la evolución de sus soportes. Por encima de los cambios, queda el acto de la lectura. Solamente en ella, que es otra forma de escritura, existe la más absoluta libertad para imaginar.
Nosotros seguimos empujando el carrito de manicero que es esta publicación. No es necesaria para nada en absoluto, salvo para sondear imaginarios, practicar la curiosidad, ver cómo se escribe en español en Vancouver, Toronto, Montreal, Ottawa y cierto lugar en Estados Unidos. O puede que al lector le guste simplemente buscar garrafales fallas de ortografía, estilo y diseño. Sin embargo este trabajo colectivo en nombre de la literatura nos permite encontrarnos en nuestra lengua y sus reverberaciones en inglés o francés. Nos permite territorializar nuestras ficciones y visiones. Nos permite hincar el diente, y sin subvenciones de Estado, en este gran espacio de discursos llamado Canadá.
En este número destacamos nuestra intención de apropiarnos del imaginario del poeta quebequense Gaston Miron (1928-1996) mediante algunas traducciones cuya selección corresponde a la arbitrariedad de las lecturas personales. En el caso de quien escribe, se trata más bien de versiones libres, ya que una traducción poética que transfiera con exactitud toda la carga del original hacia otra lengua es como despertar una mañana con dos alas en la espalda. Desde Vancouver escribe en este número Carmen Rodríguez. Otro espacio es el dedicado a una entrevista con el escritor de Ottawa, Pablo Urbanyi. No tenemos noticias de Halifax. Desde Toronto, Juan Escareño nos trae la sutil angustia de las ausencias. No citamos más autores para que así no se pierda el gusto de leer el índice donde encontrará amigos entre cuyos textos y poemas existen hilos invisibles, conexiones temáticas, intuiciones y coincidencias que le toca a usted detectar. He ahí el pequeño placer que le ofrecemos.
Destacamos la colaboración del artista y músico de Toronto, Alec Dempster, cuya obra ilustra la tapa de este número.
Aquí va, para acompañarle en este invierno manso (recuerde el alma adormida que el planeta se va al cenizal gracias, entre otros, a los bituminosos hombres de Harper y compañía) este ejemplar fresco de Apostles Review.
Alejandro Saravia
Invierno de 2010