TERCER PRÓLOGO EN DISENSO
Otro número de «The Apostles Review» acaba de salir de la imprenta y esto no es poco, sobre todo si se tiene en cuenta que aparentemente estamos en medio de una recesión que amenaza aplastar toda actividad económica, sea ésta lucrativa o no. Pero, como dice Diego Creimer con su conocida dosis de ironía, en verdad no tenemos de qué preocuparnos, ya que esta revista se financia con la vasta publicidad que aparece en sus páginas.
Hablando de Diego Creimer: hace unos meses, cuando me vió con el caballo cansado y con dificultades para seguir adelante con este proyecto, no le tembló el pulso y se puso al frente cargando el peso de todas la actividades con pasión, buena voluntad, y aún mejor juicio. Es importante que sepan los colaboradores y lectores que valoran la existencia de esta revista, que el caballo de Diego también puede cansarse, y que no estaría mal recibir apoyo de otras personas, sobre todo de las nuevas generaciones. Cualquier movimiento en ese sentido será bienvenido.
Cuando se habla como lo acabo de hacer de «nuevas generaciones», en literatura se sobreentiende que es gente de ya grises y escasos cabellos. No obstante, con cierto orgullo podemos decir que en este número de «The Apostles Review» hay cabellos en todas las cantidades y tonos. Es un gran placer servir de excusa para desarrollar lazos entre gente con experiencias tan diversas (por decoro digo «experiencias», pero con toda honestidad creo –parafraseando a Tolstoy– que las buenas experiencias se parecen todas entre sí y no son por tanto de interés literario, mientras que las malas despliegan su temible originalidad).
Me gustaría cerrar esta introducción agradeciendo la confianza que los autores nos otorgan al entregarnos sus textos, y esperando que todos los pasados, presentes y futuros colaboradores de «The Apostles Review» continúen escribiendo y enviándonos sus obras, manteniendo viva esa llama que cuando nos juntamos –bien provistos de cerveza y nachos gratinados– no podemos negar que existe.
Si la historia de la literatura se repite, la crisis no puede más que avivar ese fuego.
Ramón de Elía