Décimoséptimo prólogo en disenso
The Apostles Review inicia una nueva singladura, la número 17 de la que ya podemos considerar una larga travesía por ese Mare Nostrum que hoy en día constituye la literatura hispano-canadiense. Numerosos han sido los puertos en los que ha recalado este bajel a bordo del cual ha navegado ya lo más granado de la franja más boreal de las letras hispánicas y filo hispánicas. En esta ocasión, su casco de papel liviano transporta en sus entrañas una nueva y preciosa carga de poemas y relatos cuyo común denominador es el de haber sido inspirados por ese elemento tan abundante y escaso al mismo tiempo que es el agua.
¿Por qué dedicar un número completo de The Apostles Review al agua? A título informativo, que no justificativo, cabría decir que pocos sujetos han sido objeto de tanta atención por parte de prosistas y poetas como lo ha sido el agua. El agua determina la relación que el ser humano es capaz de establecer con sus semejantes al igual que con el medio en el cual habita. El dicho de que “nunca llueve al gusto de todos” ilustra a la perfección la bipolaridad de dicha relación, el talante ora favorecedor, ora perjudicial de la misma. En lo que a esta dimensión física del agua se refiere, la preocupación más reciente y a la moda de aquellos quienes de un modo u otro la tocan en sus escritos es, fundamentalmente, de orden ecológico, económico o geopolítico. Hijo de su tiempo, el escritor es sensible a las dificultades a las que deben hacer frente, no solo los individuos de la sociedad a la que pertenecen, sino la comunidad planetaria en su totalidad. En nuestro caso, habitantes de un país en el que el agua forma parte integral de su especificidad orográfica, el líquido elemento no puede sino suscitar, de uno u otro modo, nuestro interés.
No obstante, para aquellos quienes, pluma en ristre, se esfuerzan en arrancar su obra a las musas, el agua posee, además, un marcado valor simbólico que emana de una profunda sensibilidad artística y espiritual. Esta carga metafórica es particularmente palpable, que no privativa, pues también el prosista gusta con frecuencia de rociar sus textos con la savia de su genio poético, en la obra de los hacedores de versos. El apartamiento de la realidad que la lírica facilita, unido al juego de subjetividades al que ésta tan bien se presta, hace del agua una figura retórica especialmente maleable y capaz de amoldarse a la libre expresión del poeta.
En cualquiera de los casos, lo cierto es que el agua tiene el poder de reflejar los más profundos pensamientos, inquietudes y emociones tanto del autor de un texto como de su lector. Así, las veleidades del alma, la calma o la agitación del corazón humano, el fluir de la memoria y de la vida, y hasta los ríos de tinta que para siempre dejaron de correr de nuestras plumas, tantas cosas evoca el agua que no habría páginas suficientes en este número 17 de The Apostles Review como para todas enumerarlas.
Artesanos del lenguaje, cada uno de los autores aquí representados ha sabido tender sus redes para ofrecernos una delicada muestra, chorreante de frescura, de su genuino quehacer. Sirva el conjunto de las mismas como homenaje colectivo a ese elemento vital por excelencia que es el agua; esa misma agua a la que Juan Ramón Jiménez, en su poema Generalife, confiriera vida y palabra:
…Hablan las aguas y lloran
bajo las adelfas blancas;
bajos las adelfas rosas,
lloran las aguas y cantan…
Francisco Hermosín
Montreal, primavera de 2016
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